Antes rubia, ahora pelirroja

No hay nada que más me obsesione que la férrea voluntad para cambiar de color de pelo antes del solsticio. En el Akelarre ella se inclinaba, como las demás. Pronunciaba con esmero las vocales abiertas, aunque se sintiera átona; aunque se deshicera en esdrújulas justo antes de las doce campanadas. Y la luna se partió en dos...

La mujer pendular sostiene la ventana para que no te pilles los dedos

Pero, por su propia naturaleza, la mujer pendular puede decidir, sin aviso ni acuse de recibo, que el color de las uñas debe ser verde y no rojo, razón por la que soltará la ventana y besará tus muñones.

Las otras

Las malditas son también las manidas, las lustrosas ilustradas, las locas enfermizas, las hijas díscolas, las espectrales teorías hechas carne. El verbo en movimiento y el yo disuelto. Permanecen todas ellas como vírgenes macabras. Yacen en sus sepulcros literarios marcando el paso a las siguientes, y a las otras. Amapolas en diciembre, desteñidas.

No me queda más que ser carne hajada, transparente, de latido tímido, de mirada ténue, para que me perdonen los padres de todas ellas. Por escupir sobre muertas, penitentes. Cobardes, suicidas. Insolentes.

Antes de que la primera cicatriz se abra, una vez más

Te equivocas. La palabra que buscas no es histérica sino lúcida. Con tilde en la u y claridad absoluta, brillante, en el contenido.

Le olían las manos a cebolla y hierbabuena

Acababa de cocinar algo delicioso. Para cenar. Con los ojos empañados, disueltos. Perdidos.

La misoginia es el arma de los cobardes

Él le dijo que no era un genio, que sus tetas eran pequeñas, que su vida era imperfecta. Nunca barajó amarla hasta el tuétano para evitar su fuga inminente. Fue víctima de una mala estrategia de comunicación. Por favor, despidan al director de campaña.

El día que conocí a una mujer que no hace teatro

No es fácil que nadie me vea. Salgo del trabajo y pienso en la dificultad de los pasos, de las miradas que parpadean, al fondo, y se escapan al entrar en la estratosfera. Pupilas fugaces, las tuyas. Y las tuyas.

No me reconozco en la acomplejada oficinista de la que hablan los papeles. No quiero matar a mi padre, todavía no. Soy imperfecta por definición. Me importa poco la excelencia de las formas, pero me muestro exigente en las fiestas. Exigente y desubicada. Cuando ella mira, cuando ella habla. Se me escapa el poder ser, el poder hablar, el poder hacer. Llevo rímel en la mochila. Para alargar mi mirada y sostenerte. Nunca creí en la mitomanía, ella es pura mitología. El dios Pan le corre piernas abajo. Hilos de locura performativa. Carne que se envenena cada vez, cada vez, cada vez que se pone el traje de sí misma.

Contenida en las fiestas. Habla de autodestrucción, de extremos diluidos, de miseria moral. Ella ha maquillado sus pestañas y se ha puesto tacones. Su labio superior se eleva, a veces. No soy mitómana pero me siento idiota frente a Pan. Me falla el contexto. Frío, siento frío. Sus palabras me abrigan, pero no del todo. Ella es ficción, joder, y, al fin, cruda realidad.

Retorno

Enterrar en cada sitio en el que he sido feliz objetos tristes. Guardar bajo piedras una pizca de sentimiento. Desenterrar el tesoro y tragar sin mirar. Desentrañar el misterio. Escarbando. Como una perra lúcida en un charco de estiércol.

Bufonas

Dame la mano y te tentaré con mi cintura, zorra abominable.

(t)urgencias

Dilatada,
expandida,
diluida,
[abierta en canal,
de norte a sur]
transparente,
distraída,
a medio hacer.

Amapola lacerante

Creo que en cada gesto, en cada sonrisa de Amapola, hay pureza y sinceridad plena. Hacía tiempo que no me ocurría. Con milagros como ella, todavía hay esperanza.

Vestidos

Ayer, mientras sonaba Flor de Pasión, me probé cinco personalidades en menos de quince minutos. Cinco. Algunas me quedaban bien. Otras me parecían demasiado arriesgadas. Todas eran maravillosas...

Principio de paralicia

Teoría sistémica por la cual toda niña perdida se convierte en viajera. Entre el tiempo y el espacio. Más allá del reflejo. Iluminada. Guarda un secreto. Cayendo. Por el agujero de gusano.

Luciérnagas

Lus, más luz, dijo ella. Quiero iluminar, sin abrasar. Contener mi intensidad. Derramarme gota a gota en vez de romperme entera ¿Cómo se rompe la luz? Tiñéndola de oscuridad.

Kenda

Nebulosa y almibarada. Acurrucada y de negro. Te tengo en la retina. Tus pupilas, oscuras. Tus palabras, iracundas. Te llevo en el cristalino, mujer extraña. Te conservo en la memoria. Difuminada, como un sueño, como una aparición en la noche. Ligera, liviana. La uve me hace levitar. Recuerdo tus palabras. Te intuyo significando mucho, pero no te concreto. Soñé con tus pestañas, empezabas por una consonante acristalada. Ahora me pregunto dónde terminas, vocal abierta. Te guardo, Pandora, para la siguiente vez...

Mapas de lugares que no existen (II)

Críptica, dices. Me titulas, me condensas. Me falta la brújula pero, para qué, si no tengo norte. Me lo extirparon, como un tumor. Sin amor. Tan parecidas estas palabras, vibrantes, terribles, porque crecen, se hacen un hueco, y lo llenan. De nada.

Mapas de lugares que no existen

Para qué esa brújula si no tengo norte, me dijo. Yo te guío, respondí toda lacrimosa. Y le ofrecí mi mano, reventada por las costuras, para que no se olvidara de mis dedos, de mis uñas, de mis yemas redondas. De las cicatrices que separan mi "yo no he sido" de mi "no pasa nada". Porque pasa, y tú lo sabes.

Lato

La primera persona del verbo latir me hace titilar.

25

Llego al cuarto de siglo con el corazón hecho papilla, para bebés. Soy una chica con el corazón triturado, mermelada de calorías indigestas e invisibles. Para comerte mejor.

Enamorada y vengativa

Con una mano sujeta una copa de Martini. Con la otra el cigarrillo. Tacones de aguja. Decadente y perfecta. Se relame. Crueldad es su palabra preferida. Vanidad y felicidad, nunca fueron de la mano. Y se retuerce porque a ella nunca la quisieron de esa manera.

Noc, noc...

¿Qué es lo que ocurre cuando cerramos la puerta?

Nubes grises y luna de cosecha

Qué cosecha, me pregunto yo, mientras planeo la próxima huida de mi Alcatraz particular. El horizonte nunca estuvo tan lejos; y esas nubes parecen estar cerca, muy cerca. La manta de mi niña tóxica pica. No estoy segura de querer girar en esa curva, le digo. Se resiste. Destruye todo lo que toca, con sus pezuñitas de animal a medio hacer. La muy puta.

Niña tóxica

Con su café desde por la mañana, inyectándose letras infames, en tirantes. De madrugada, y con razones para querer ser otra, me entero de que ha muerto un escritor sublime. La niña tóxica no entiende mi estupor, mi temblor, mi estúpida ingenuidad al murmurar su nombre y apellidos, como si todavía estuviera vivo. Ella se relame antes de buscar su dosis. Yo respiro.

Cre(c)er

Postulante y almibarada. Hecha de consonantes. Consoladora. Divergente y expuesta al público. Trémula, tierna, tóxica. Desquiciada. Desterrada. Insumisa y parpadeante. Luminosa. Voraz. Maldita. Roja. Marchita. Deseada y deseante. Abandonada. Infantil. Gilipollas.

Hentai

Pareces una muñeca hinchable,
con tus labios de crayola,
tus dedos separados
y la superficie
de tus muslos
color rosa.

Kimera

Deslumbra. La pequeña Kimera te deja sin habla. No camina, flota. Hermes guía sus pasos. Y las Furias su lengua. Te confía sus llaves. Espía a la gente en el supermercado. Teje historias leyendo las bandejas de pvc, como si fueran ovillos de lana. Condones, petit-suisse y fanta de limón. La cinta transportadora le ofrece varias rutas. Se queda con la más turbia, porque las ninfas son complicadas. Y ella surgió del asfalto mediterráneo, un día soleado. Habló de las rubias que se visten de rojo. Bebimos vino blanco, comimos queso, del rico, y hablamos durante horas que parecieron mundos. Esta última vez me confesó que busca las sandalias perfectas. A mi me ocurre algo parecido con los bolsos. Sigue jugando con sus rizos que no lo son. Habla del futuro con ganas de comérselo, a bocados pequeñitos. Lee mucho, por temporadas, y coloca a la gente en las butacas del teatro. Moldea suave. Y blando. En ella hay aguja e hilo. Y sombras. Kimera es un milagro, otra titana, una pequeña diosa terrenal. La imagino con arena y jenjibre en los bolsillos. La recuerdo con chocolate en la comisura de los labios. Y retengo en la memoria su ventana. En negativo. Porque ya no lo es.

Trasnochando

La chica de la nariz de gato me mira porque la miro. Me gustan sus rodillas moradas, como galaxias diluidas. Besa como si estuviera borracha. Tiene las manos frías. Habla de accidentes emocionales, pero no me la termino de creer. Tiene pinta de comerse los corazones crudos. En su bolso lleva caramelos de goma con forma de oso. Y, cuando sonríe, cierra los ojos. Un poco, solo un poco...

Y no se pudrió...

... Blancanieves. O yo,
mientras leo el periódico.
Y evito las ganas
de vomitar.

Culpa
.
.
.
Culpa
.
.
.

¡Culpable!

Desde mi ventana

Me asomo entre tanta cortina de oficinista aburrida.
Y encuentro.

Una chica que espera.
A otra chica.
Se aparta el pelo.
Sonríe.
Se abrazan.
Sonríen ambas.
Hablan.
Caminan.
Juntas.
Se marchan.

Un chico.
Con teléfono.
Teclea.
Habla.
Levanta la cabeza.
Me mira.
Mientras, habla.
Me mira.
Mira al suelo.
Coge un papel.
Me mira de nuevo.
Cuelga.
Se marcha.

Suena el teléfono...

Rojo pasión

Estás y no estás, mujer gigante.
Tomate, cebolla y aceite.
Quieres bailar.
Camino tu camino, el mismo que luego deshago.
Siempre enfa-da-dá.
Y vuelves a ser pelirroja.
Milagrosa, extrema y celestial.
Prefieres el rojo pasión a ser morena natural.
Y, si te llamo, es porque quiero que me saques
de Nunca Jamás.
Por la fuerza.

Ju(e)gos gástricos

Me provocas
ira estomacal.

Y todo es porque te llamas
como todas,
como ella.

In(tro)ducción

Una parece una Barbie, pero es una Roja.
Su compañera se come a los hombres, de dos en dos.
Pero dice que es frágil.
Detrás de la máscara, la muñeca está rota.
Un niño estúpido le ha arrancado la cabeza.
Es guapo, tierno y de mentira.
Le dice que la quiere,
pero no es más que un espejo de feria.
Ella elige la puerta de la izquierda.
Y se pierde, dentro del laberinto.

Serendipias animadas (e-Numeraciones)

Cordeles de lana amarilla.
Mensajes en botellas aéreas.
Ventanas mejor que puertas.
Sótanos, puzzles y vivir lejos.
Lagrimillas. Lagrimones.
Inconsciencia.
Adolescencia tiene que ver con dolor.
Tiempo sin saber de ti.
Regalos que no merezco.
Acortando las distancias, a cuchillo.
Pin up's y superheroínas.
Quién es quién.
Yo soy el otro, según Schopenhauer.
Y te re-conozco.
Paseando, comiendo, charlando.
Desgastado el gerundio, nos queda la pantalla.
En blanco.
Intermitente.
Sin conexión.

Serendipias animadas (Ser/Estar)

Qué fácil es confundirse de verbo cuando vienes de otro planeta...

Serendipias animadas (Llegadas)

No te había dicho que tengo dificultades para abrazar a la gente, así, de manera espontánea. Te recordaba rubia y llegaste casi pelirroja. Se me olvidaron las vocales. Titubeé, para variar. Y recordé por qué me gusta la terminal de llegadas del aeropuerto.

Serendipias animadas (Secretos)

Nos encontrábamos de madrugada, por aquello del horario, y nos descubrimos. Sin rubor. Tejimos una interesante rutina virtual. Y te revelaste deletreando secretos. De alcoba, también. Me gustó descubrir que eras diferente. Más como yo que otras antes, pero perdida en el remite de un sobre. Calentando sueños, desde lejos. Sin sogas al cuello, ni posturas fingidas. Tibiamente idealizada.

Serendipias animadas (Mensaje a medianoche)

Te prometí, aquella noche, contarte mi vida en verso. No me doy cuenta de que miento. Estoy ebria de angustia y ginebra. Cinco años después, todavía te lo debo.

Serendipias animadas (Primer encuentro)

Leo tus letras. En inglés. En español. Me dices que te gusta la carne. De Egon Schiele. De Gustav Klimt. Me transcribes un poema de la Plath. Y, me lo creo, eres fan de Kerouac.

La del Fulgor

No es solo su voz, áspera y fuerte, como de ultratumba caliente. Es su mirada llenita de cuerpos en carne viva y curiosidad felina. En sus escotes le han tatuado "peligro", pero a ella eso no le quita el sueño. Es una superviviente. Una de las muchas seductoras que me arrebatan titubeos y halagos a medias. Se llama parecido a un personaje de cómic. Para mi siempre será La del Fulgor por muchas razones. Y es que es actriz, la muy salvaje. Una especie en peligro de extinción.

Tatuaje

En la nuca. Un tatuaje en la nuca llevaba la pequeña. Solo al subirse el pelo desde atrás, con las dos manos y hacerse un moño pude ver que se trataba de una linda mariquita. Escalando su cogote. Después de dos años de ausencia.

La niña que leía a escondidas

Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.

Encontré una edición sucia, vieja, desbaratada detrás de la cama de invitados. Los índices habían manchado los bordes. Huellas de un crimen. Leer a la luz de las velas. O con linterna bajo las sábanas. Rompiendo el lomo y sus esquinas. A mordisquitos. Doblando sus páginas. Subrayando sus letras. Una devoradora, una criminal.

Cebras

Cruzando el paso de peatón
se acuerda de las cosas
que valen la pena,
y el viaje.

Virgo

La chica del horóscopo se peina los días pares. Los impares los deja para pintarse de verde las pestañas. Conduce con cinturón y mira por la ventana solo si lo dice el manual de la guantera. Guarda en una caja un carnet de baile gastado, una tarjeta sin crédito y las llaves de una habitación con vistas que nunca llegó a amueblar. La chica del horóscopo sabe que el becario de turno escribe su futuro. Le gusta el marco que le ha tocado en el reparto; se depila cuando debe. Estudia, trabaja. Llama por teléfono cuando la tarifa es más barata. Respeta las reglas. Con tacones sobrepasa el metro ochenta. La chica del horóscopo se levanta temprano para llegar antes, pero hoy se ha quedado dormida. Le han regalado un libro de princesas desobedientes. Ha decidido no encender la televisión esta mañana. Tampoco ha cogido el paraguas. Y es que, el riesgo controlado también es una aliciente. Buenos días, princesa.

Verano del 98

Me has pedido que pose desnuda. Yo te he dicho que si, que no tengo ningún problema en contarte mi verano del 98. Sin subtítulos. Hasta los suplementos del domingo convierten la ficción en la más real de todas las bolsas de basura, de cualquiera. Solo me sobra la tristeza de aquel periodo luminoso. Oler a polvos de talco y escoger las sandalias más cómodas. Porque hay desnudos que huelen a piscina. El cloro sobre la piel y el sol resbalando por su espalda. Darnos la mano. Tumbarnos boca arriba. Ver pasar las nubes, los cuentos, las excusas, los besos. Tus dedos tamborileando entre mis dos ejércitos, declarando la guerra al atardecer, mientras nos precipitamos sin fórmula química, sin intenciones, sin dobles soluciones. Nos derramamos. Dormimos sin sábanas, al calor de nuestros sueños. Y me lees un cuento. Una historia diferente, eso es lo que te pido y recuerdo. Me acurruco en tu regazo y te confieso que tengo miedo, mucho miedo. Dices que no tengo por qué. Me recorres con tus pupilas dilatadas y me mientes. Abrazas mis dos piernas mientras pongo en orden mis pesadillas. Esa noche pasa. También agosto. Desde entonces no te he vuelto a ver. He oído que te has convertido en una mariposa, con todos esos colores escandalosos de los que tanto hablabas cosidos a tus enlaces. Una muñeca virtual. Un recuerdo de carne y carne. También hueso. Una imagen espectral tras el espejo hecho pedacitos.

La pelirroja sin compasión de una película de Haneke

La pelirroja sin compasión toca el piano antes de irse a la cama. Teje sus sueños entre Nocturnos de Chopin y lágrimas de sangre cayendo por sus piernas. Ha decidido intrigar al chico más bueno de la película. Después de observar a una rubia oxigenada en un escaparate de sex shop le pide a su madre mil permisos para existir, sentir, soñar. Recoge con horquillas incisivas sus frustraciones. No sonríe. Se aprieta fuerte el moño y queda con el chico bueno que ya no lo es tanto. Le hace sentir culpable. Ella le desea. Se arrodilla, le come la polla y vomita. Él la bandona. La pelirroja sin compasión se arma de valor y, quince centímetros de acero inoxidable después, es más suya que nunca.

Accidentes

Cruzo el paso de peatón y ella me sonríe. Me mira, pero no me ve. Alarga la mano y me ofrece un folleto. Lo recibo con un gracias y sigo mi camino. El papel pasa de la mano izquierda a la derecha. De la derecha a la izquierda. Solo pienso en deshacerme de él. Justo ahora. Ya. Pero alguien se me ha adelantado. Todos los que se cruzaron con ella antes que yo. Me planteo arrugarlo y metérmelo en el bolsillo. No lo hago. Tampoco lo voy a leer. O si. Azafatas. Sonrío por primera vez en todo el día. Me siento en el primer banco que encuentro y ... magia!!!

Crepuscular y contradictoria

Me recordabas a un ático sin ascensor al que solía subir descalza. Luminoso, pero incómodo. Costaba hacerse a tus palabras y a tus gestos. Una vez cogías carrerilla no dejabas supervivientes, como si vivir así, a secas, fuera fácil. Convertías bailar en toda una heroicidad. Eras demasiado para unas pupilas sensibles como las mías. Brillabas en la oscuridad. Y todos se daban cuenta de que no tocabas el suelo. Pero leías los poemas equivocados y jugabas a rayuela desde alguna ciudad invisible. Te contradecías en cada uno de tus viajes repletos de cinefagia oriental, pasta de dientes y programas de cocina por satélite. Te consumías. Y nadie parecía darse cuenta. Me he acordado de aquellas ganas de saltar por la ventana mientras tendía la colada de madrugada. Solo una luz en un edificio interminable, una única luz en una habitación de hotel a las tres de la mañana. Podrías ser tú, o eso pienso antes de meterme en la cama

Yo no soy bonita

El barquero le dijo que no pagara. Quería bajarle las bragas, un poco, solo un poco.

Y mellarle el alma.

La bondad no existe

Huma Rojo confiaba en la bondad de los desconocidos. Con su peluca rubia y un principio de Bettie Davis, como si se tratara de una enfermedad. La chica capicúa es como Huma, siente la predisposición. Adicta al cambio. Dice que las casualidades se alinean, como los planetas, cuando no miras. Y el caleidoscopio que te regalé devuelve la imagen de lo que le ocurre a mi estómago: se descompone, pero no sale el arco iris. En su lugar descubro una metáfora tachada con Pilot Negro. Siempre preferiste los bolígrafos BIC. Te colocabas con Edding y me robabas los Stabilo. La chica capicúa no escribe. Viaja en aviones Low Cost y se pierde en sus círculos. Le he regalado un caleidoscopio, para que se mire y recuerde que la bondad no existe, que su felicidad es tan solo una puesta en escena y que "te lo digo por tu bien" es una mala estrategia. No me habla desde hace tres meses. He agotado nuestras casualidades. Tan solo me queda de ella un BIC Cristal achatado por los polos y una carta que no sé si abrir antes de que den las doce. No recuerdo su número de pie. Tenía la voz grave ¿Te acuerdas? Parecía sacada de uno de tus dibujos

Ibuprofeno

No puedo dormir. No puedo. Por eso navego. Me duele, si, me duele. Pero no quiero dormir, no quiero. Me cuesta escribir y el poema se queda en vomitona. Me duele, pero no tengo ibuprofeno. No tengo.

be(sos)

La chica de la camiseta azul y los botones por pendientes se consume. Y la consumen. Busca que se la beban de golpe, pero solo la desangran a sorbitos. Se ha serrado las orejas. Ha cosido su primera cicatriz. Ya no busca. La encuentran.

Doppelgänger

Últimamente sueño. Como una vidente, como una loca de atar. Atadita a la cama. Hay palabras que se echan de menos. Y sueños que se disuelven en la vigilia.

La imagen que retengo es la de una fémina pequeña, especular. Ojos de mapache, cabello oscuro, corto y voz de niña mientras la acaricio. Su habitación es la de una infante demente, nínfula urbana, caprichosa, dolida, somnoliente. Atrapada en un cascarón de redondeces, hambrienta de mi, de todos, de otras.

Hacemos los mismos ruidos, una encima de la otra. Encajamos, como piezas de tetris. Jugamos a las muñecas, con la puerta entornada. Me olvido de su primera cicatriz y ella susurra que me vaya. Y me voy. Tengo su recuerdo nebuloso, sus palabras sordas, su gesto triste clavado en la memoria.

Y de la grieta abierta, de dentro a afuera, se van escapando momentos según avanza la mañana.

Random

A veces, el contexto se rebela. A veces...

Verde que te quiero verde

La niña de ojos verdes me tiene preocupada. No come, no duerme. Tararea canciones tristes. Y camina como sonámbula, haciendo fotos de la gran ciudad. Las hormigas recorren tímidas su haz interminable. Ella colorea con cariocas de su no adolescencia su envés. Lame cicatrices, por gusto. Juega con las palabras clave. Se viste de Murakami para que duela menos. Y pregunta por lo que has comido antes de complacerte por placer.

Pelirrojas peligrosas

Tengo una compañera de curro que es como ella. Alta, extraña y pelirroja. Le gustan las películas de terror. Y doblaría porno si la dejaran.

Desobediente

Liddel, Liddell. Elegir apellido. Elegir este apellido como principio de todas las cosas. Construirse una personalidad. Y utilizar el cuerpo, si, esa parte del cuerpo también. Para expresar que nada nuevo saldrá de su primera cicatriz. De allí no saldrá, nada. Desobedece. Renuncia. Yerma por voluntad propia. "Mi cuerpo es mi protesta. Y decido no tener hijos". Decide ser el otro para acabar con la continuidad. A pedradas. Aceptar la adolescencia tardía, la muerte de una adolescente. Y abogar por la eterna juventud, por la inminente espera. Eterna espera. Ser o no ser una creadora. Elegir colocarse en el otro lado de la raya, y esnifarla entera. Liddell, Liddell. No quiere ser bonita. Se resta valor (añadido) y suma traumas. Rabia. Frustración. Dolor. Un poco, solo un poco. Y la leche se corta. Entre sus piernas. En sus rodillas ensagrentadas. Benditas rodillas manchadas de autodeterminación.

La rubia pendular tiene los pies fríos

Y el corazón húmedo, como su lengua.

Las niñas muertas no crecen

Las noches de insomnio son difíciles. Un método vital, riguroso y aburrido, garantiza que recuerdes lo que has soñado mientras dormías, pero no corrige tus ansias de lamerle la entrepierna a tu alumno favorito. Las niñas muertas no crecen. Los vivos se suturan el corazón con la mano zurda; el dedo índice marca el lugar y las uñas de bruja del Este hacen el resto. Las niñas muertas no juegan. Al escondite. Las rubias se congestionan antes. Las pelirrojas, casi transparentes, se deshacen. Las morenas sobreviven. Todas te invitan a té con pastas pasadas las cinco. Cruzan las piernas y sonríen educadamente. Las niñas muertas no dicen que no.

Estúpida espiral de uñas rotas

Fingir orgasmos en acústico. Maquillarme de mujer mayor. Hacerme la manicura comiéndome las uñas. Una pequeña bola en la garganta. Profunda. Y escupir el dolor. Con los padrastros infectados y el cogote colorado. Siguiendo el camino marcado por el agua del wáter. Más allá del espejo.

La chica de Marte

La vi en una portada de novela de ciencia ficción. Era como Barbarella pero en tentacular. Las chicas, definitivamente, vienen de Marte. En Venus solo hay nubes y azufre.

Loop

Nos perdimos en el momento en el que nos olvidamos de la magia. Y todo es ahora parte de un simulacro de relación. Somos mimos. No tenemos voz. Yo me siento afónica. De gritar, supongo. La salud es performativa. Y nuestras escenas están viciadas, supuran. Nos convencemos de todo lo contrario. Cenamos, hacemos que nos amamos. Y recogemos los re(s)tos de la contienda, joder. Nos esforzamos por borrar las manchas. Nos miramos en el espejo como la primera vez. Mentimos. Jugamos. Olvidamos.

Abrirse en canal es extraño (que no exagerado)

Mirar cómo te vistes por las mañanas, a través de tu ventana. Encontrarte atravesando el espejo que es puerta que es asfalto. Ablandarlo a besos. Mirar cómo te bebes una sopa azul. Leerte Cronopios. Me devuelves escaleras. Huecas. Y pienso en una ciudad naranja donde poder venderte a buen precio. Soy esclava de lo que siento. Tú solo me dueles. Ya no recuerdo tu nombre de nube.

Cada uno de sus lunares...

... representaba una estrella.

Turbu-lenta

La chica del flequillo cortado en casa grita desde el espejo. Me confiesa que prefiere a las primeras personas del singular, hembras hechas de puro continente y contenidos selectos. Se sabe jodidamente elitista. Débil ante la belleza turbia, oscura, divergente. La chica del espejo lee viñetas como si se trataran de reflejos perfectos, de mentiras compuestas. Le saca partido a ser una no mujer. Encuentra caminos entre tantos egos a medio edificar. El terreno siempre está comprado. Y lo busca abonar. De conspiraciones, de malos entendidos, de dobles sentidos. La chica de las lentillas convenientes y las gafas de sobremesa se consume, cigarro a cigarro, dejando ceniza donde hubo ambiciones, esnifando del suelo las ganas de comerse el mundo. De los demás.

Point of No Return

La rubia pendular me contó una vez al oído que me quería, que lo haría si pudiera, que me contaría cuentos mientras nuestras piernas se anudaran; que cuando bebo pierdo la gracia, que cuando bebe pierde los estribos. La rubia epistolar me escribió una vez cinco palabras de amor y dos de desconsuelo, me dibujó sin bragas y me preparó una cena de cuento árabe. La rubia que no es vocal se perdió entre mis ganas y el deseo acumulado, no dejó una dirección a la que enviarle postales de no lugares o ciudades imaginarias, se me extravió junto a un llavero con forma de llave. Y todo por no hacer caso a la retaíla de tópicos citados en una ópera rock.

Las Amigas

Ella vestía uñas de mujer fatal. La Otra nunca se había hecho la manicura. Había visto fotos de manos, en blanco y negro. Perfectas y congeladas. En el pasado. También anuncios de labios colagenados y emulsionados. Dedos que marcan el lugar. Uñas como pinceles. Y un spot en particular. Pensando en la idea de una manicura, se preguntó por la perfección de sus latidos. Ronroneas y se rompen, susurraba. Como las uñas. De raíz. Haciendo sangre. Buscando con esmero la nueva forma, la deforme, la triste y rosada, mustia y pálida. La sobada historia de la que compadecerse. Y la mujer fatal mostró garras de vampiresa. Aunque su corazón había sido sometido, sus manos se defendieron del miedo al vacío solas. Abriendo entrañas. Arañando corazones tan pálidos como el suyo, con esmalte de Channel. Treinta euros el bote. Una máquina perfecta de un mundo portátil. El de la Otra. Entre sonrisas de mentira y bolsos de Cartier.

Dos movimientos

Dos movimientos. Uno. Y dos. Dos movimientos. Elegantes y sumisos. Los dos. Pestañeas y besas. Uno. Y dos. Pestañeas. Uno. Te humedeces los labios. Dos. Me miras. Y nada ocurre. En dos movimientos. Nada.

@

Una herida en la pared. Un ojo que no es de ella. Se despierta, desnuda. Se asoma a la ventana de un séptimo que da a la calle. Siempre fue una mujer de nubes y de vértigo. Se deja llevar por una o dos sensaciones, a la vez. Y se imagina pasando la tarde en una playa, desierta. Es primavera entre sus piernas y no busca razones, tampoco excusas. Saluda al ojo que hay detrás de la herida. Se viste deprisa. Mete en el bolso el cepillo de dientes, un billete de avión y cuatro canicas. Regalo de una niña. Las sandalias terminan en sus rodillas y no deja espacio entre las letras para una negativa. Reescribe el guión y se anuda las motivaciones a los tobillos. Las oye tintinear, pero bajito. Cierra la puerta, con llave, y corre escaleras abajo. Algo le espera. Lo (pre)siente. Ha dejado abiertas las ventanas.

Tiritas, chocolate y miel

Ella es una galleta. De chocolate. Dulce droga. Frena mi dolor taponando mis venas, llenando mis arterias de sabor. Ella es un lento fluir. Sobre mi piel. Desde mi lengua hasta la primera cicatriz. Dulce y empalagosa. Mi pequeña muñequita de azúcar, mi implorante tirita de miel.

Anette

Quise ser Valmont, pero me quedé en Cecile, aunque besé a Anette, dulce y despiadada Anette.

minúscula acentuada

Soy vocal abierta. Por mi pasan casi todos los infinit(iv)os, terminaciones posesivas (perennes, nerviosas) y algún que otro verbo transitivo.

A los labios de mi carne en descomposición llevo cosidos escudos, espadas y espejos. El tacto de mis pulgares se deteriora, mis palabras me delatan, las estructuras no me sostienen. He perdido algunas herramientas en la guerra. Mentiras, excusas y alfileres. El zurcido todavía marca el lugar.

Y con el mando a distancia entre los dedos busco el camino más corto para fundirte a negro. Pero tu canción de cuna se mantiene, en el tiempo, bajo las piedras, tras las cortinas. Solo eres una colección de heridas, un mapa de esquelas, un beso en la primera cicatriz. Un manual de ortografía, un diccionario de sinónimos y una gramática parda, quemándose bajo mi ventana, ardiendo sobre mi piel.

Inercia

La chica de los ojos rojos y la sonrisa amarga no era más que una de las muchas sombras que habitaban los rincones compartidos de esta habitación. En ella se concentraban sueños sin hacer, frustraciones circulares y decisiones en período de lactancia. Acurrucada en una esquina, junto a la ventana, veía la vida pasar. La chica de los labios rosas y el clítoris hambriento se comía los padrastros y se cortaba el pelo al dos. En los días de lluvia esperaba a que el espejo le devolviera la caricia, pero solo recibía alguna que otra bofetada. Se consolaba con azañas mínimas y mágicas. Nunca lloró, no como cuando iba al instituto, en esta habitación. Aprendió a conformarse, a dormirse sin follar. La chica del coño suturado y la mirada fría escuchaba las conversaciones de los otros y soñaba con sus cepillos de dientes, sus bolsas de basura y sus f(r)acturas por pagar. Limpiaba el váter por costumbre y se dejaba apuñalar, por detrás. Envolvía los regalos de Navidad. Sellaba las cartas con su hepatitis. Se enamoraba perdidamente de jóvenes promesas que la dejaban para después. Y después, y después... estirando sus ganas, dosificando el deseo, lamentando la falta de aliento, tendiendo a infinito, sin querer parar, sin poder bajar. Sin querer saltar. Sin querer. Sin poder. Game over? Insert coin.

Divorcio ex-prés

Desde hace solo dos años. Tomo nota. Las leyes son lentas. Las canciones no. Y he leído en una pared que nos recorremos, nos caminamos, nos construímos cuando leemos. Curioso. Era la pared de un instituto. La letra era bonita. El contenido, una bomba. De las que quieres ver estallar. Y salpicar.

Contenida en las fiestas

Mano sobre mano. Mordiéndose el labio. Buscando en su bolso, una y otra vez. En silencio, somnoliente, encuentra el mechero rojo que le regaló un extraño. Juguetea. Pide un Gin Tonic con la boca pequeña. Se peina el flequillo con los dedos y cierra el periódico. Piensa en una oferta inmobiliaria que acaba de leer.

Érase una vez...

Antes de cortar las cuerdas, la pequeña de las Benévolas jugó con sus pulgares, leyó un ballet sin música (sin nadie, sin nada), se arrancó las uñas mientras dormía e insultó a todas aquellas que se le cruzaron en el trayecto, de casa a la parada del autobús. Buscó el zen en sus nudillos. Construyó el mundo desde sus falanges. Le dio a beber a un extraño sus espesos sentimientos. Se diluyó en él, como un principio y sin ningún fin. Alimentó diez pesadillas. Cosió cuerpos a sus sueños. Los cubrió de excusas tiernas. El cariño se hizo rutina. Lo extraño se hizo común. Enterró sus vulgares apetencias. Y se fue a la cama. Con el pasado llamando a la puerta y unos cuantos litros de frustración. En vena.

Manzanas verdes fosforescentes

Atropellaba sus palabras con lágrimas tintadas. De sus rojos lacrimales brotaron vocales. Puentes, le pidió puentes y ventanas a una estrella. Se sostuvo sola después de tres días sin dormir. Y caminó. Un paso. Otro paso. Sin sus zapatos de tacón. Desgastando el asfalto de puntillas. Ablandando el ladrillo. Moldeando el hormigón. Una vez dibujado el mapa de destinos opcionales, se cosió las salidas de emergencia. Llenó su maleta de manzanas verdes fosforescentes. Se tragó la llave. Cerró la puerta y cogió una tiza. En el bolsillo encontró un anillo que tiró por el desagüe. Le cortó los hilos. Y la marioneta comenzó a bailar.

Unados

Nur es pequeña y hace joyas. Habla deprisa y se le escapa el catalán mientras busca a una mujer a la que llevarse a casa. Las Niñas Perdidas, Valentina de Crépax o Kiki de Montparnasse. Se decide por la última. Nur es amiga de un amigo, vive sola en Barcelona y lleva botas de gata. Sonríe con la mirada y no le teme al contexto. Su vida ha dado un giro hace poco. Nur es un descubrimiento virtual, aunque ella se presentó primero. Me gusta encontrar sus pedacitos disueltos por la Red. Yo le dejo mis miguitas, por si le apetece aparecer.

Head, shoulders, knees & ...

No es que me gustes en sandalias, es que mataría por pintarte de rojo las uñas de los pies. Lamerte los tobillos. Sacar pecho. Mover el culo. Poner tu pequeño y coqueto mundo al revés. Vamos a ver cómo es, o eso decía la canción.

Nebulosa

Mirar sin que te vean, jugar a que te quieran, en un tren. Muchas corbatas, camisas de rayas y caras de felicidad. La película es para niños. Solo ella mira por la ventana. Ha salido el arco iris. Alguien habla por el altavoz. Llegaremos media hora antes y nadie te estará esperando en la estación.

Titubeas

De madrugada. Asomada a la ventana. Oliendo llover en la gran ciudad. Me asaltan los recuerdos. Cogerme tú de la muñeca. Beber. Beberte. Bailar hasta el amanecer en un antro de mala muerte. Cantarte al oído. Bailar para ti. Quitarme la camiseta. Y oirte titubear. Por primera vez.

Bonita

You´re so pretty the way you are...

Hostal 'Las Fuertes'

Donde todo empieza y acaba. El punto de no retorno. Un escenario, un paisaje de mentira. Desde donde te transitaba sin peligro. Mi pequeña nube. Triste y fulgurante. Cloud. Mi bella Claudia. Pan del día, vino blanco y queso Camembert. En un no lugar. Me transitaste. Y me quemé.

Dangerous

Entiende, por favor, la necesidad del ridículo. Deja que trasnoche para leer el contexto como si fuera la primera vez que nos abrimos en canal y nos comemos los peros. Nos bebemos los porqués y vomitamos los te quiero.

Manzanas podridas

Alguien me dijo una vez que solo me gustaban las mujeres evidentes y extraordinarias. En ese momento no le dije que se equivocaba, simplemente me quedé callada y lo guardé para más tarde. Mastiqué el comentario y lo tragué, muy a mi pesar. Me he acordado de ese día, de ese momento, viniendo a trabajar.

Nostalgia

Leí en un no lugar que estar enamorada se parecía a querer salirse de uno mismo. Es irónico pero, cuando ella me mira a los ojos, el reflejo parece nítido. En mis recuerdos. Sonrío como una idiota. Cierro los ojos y me concentro en su ombligo. Su maravilloso ombligo.