Las Amigas

Ella vestía uñas de mujer fatal. La Otra nunca se había hecho la manicura. Había visto fotos de manos, en blanco y negro. Perfectas y congeladas. En el pasado. También anuncios de labios colagenados y emulsionados. Dedos que marcan el lugar. Uñas como pinceles. Y un spot en particular. Pensando en la idea de una manicura, se preguntó por la perfección de sus latidos. Ronroneas y se rompen, susurraba. Como las uñas. De raíz. Haciendo sangre. Buscando con esmero la nueva forma, la deforme, la triste y rosada, mustia y pálida. La sobada historia de la que compadecerse. Y la mujer fatal mostró garras de vampiresa. Aunque su corazón había sido sometido, sus manos se defendieron del miedo al vacío solas. Abriendo entrañas. Arañando corazones tan pálidos como el suyo, con esmalte de Channel. Treinta euros el bote. Una máquina perfecta de un mundo portátil. El de la Otra. Entre sonrisas de mentira y bolsos de Cartier.

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