Enamorada y vengativa

Con una mano sujeta una copa de Martini. Con la otra el cigarrillo. Tacones de aguja. Decadente y perfecta. Se relame. Crueldad es su palabra preferida. Vanidad y felicidad, nunca fueron de la mano. Y se retuerce porque a ella nunca la quisieron de esa manera.

Noc, noc...

¿Qué es lo que ocurre cuando cerramos la puerta?

Nubes grises y luna de cosecha

Qué cosecha, me pregunto yo, mientras planeo la próxima huida de mi Alcatraz particular. El horizonte nunca estuvo tan lejos; y esas nubes parecen estar cerca, muy cerca. La manta de mi niña tóxica pica. No estoy segura de querer girar en esa curva, le digo. Se resiste. Destruye todo lo que toca, con sus pezuñitas de animal a medio hacer. La muy puta.

Niña tóxica

Con su café desde por la mañana, inyectándose letras infames, en tirantes. De madrugada, y con razones para querer ser otra, me entero de que ha muerto un escritor sublime. La niña tóxica no entiende mi estupor, mi temblor, mi estúpida ingenuidad al murmurar su nombre y apellidos, como si todavía estuviera vivo. Ella se relame antes de buscar su dosis. Yo respiro.

Cre(c)er

Postulante y almibarada. Hecha de consonantes. Consoladora. Divergente y expuesta al público. Trémula, tierna, tóxica. Desquiciada. Desterrada. Insumisa y parpadeante. Luminosa. Voraz. Maldita. Roja. Marchita. Deseada y deseante. Abandonada. Infantil. Gilipollas.

Hentai

Pareces una muñeca hinchable,
con tus labios de crayola,
tus dedos separados
y la superficie
de tus muslos
color rosa.

Kimera

Deslumbra. La pequeña Kimera te deja sin habla. No camina, flota. Hermes guía sus pasos. Y las Furias su lengua. Te confía sus llaves. Espía a la gente en el supermercado. Teje historias leyendo las bandejas de pvc, como si fueran ovillos de lana. Condones, petit-suisse y fanta de limón. La cinta transportadora le ofrece varias rutas. Se queda con la más turbia, porque las ninfas son complicadas. Y ella surgió del asfalto mediterráneo, un día soleado. Habló de las rubias que se visten de rojo. Bebimos vino blanco, comimos queso, del rico, y hablamos durante horas que parecieron mundos. Esta última vez me confesó que busca las sandalias perfectas. A mi me ocurre algo parecido con los bolsos. Sigue jugando con sus rizos que no lo son. Habla del futuro con ganas de comérselo, a bocados pequeñitos. Lee mucho, por temporadas, y coloca a la gente en las butacas del teatro. Moldea suave. Y blando. En ella hay aguja e hilo. Y sombras. Kimera es un milagro, otra titana, una pequeña diosa terrenal. La imagino con arena y jenjibre en los bolsillos. La recuerdo con chocolate en la comisura de los labios. Y retengo en la memoria su ventana. En negativo. Porque ya no lo es.