No/Si/No

Dejas de llorar una canción que antes te agarraba. Evitas repetirla una y otra vez, una y otra vez, una... Las cuestas ya solo las notas en bicicleta. Cruzas en rojo, con la canción retum-bumbum-bando. Desbocado el corazón, no respetas las líneas discontinuas. Estás en la montaña rusa de un parque de atracciones belga. Cruzas en rojo. No abres los ojos. No duele. Y eso duele. La canción ha dejado de mojarte los pies.

PUTA

Titanlux de pantone desconocido. Brocha y pared. Nos veremos al amanecer. Como en aquella peli de cuando éramos amigas.

Liebre de mayo

El hombre del tiempo dice que marceará. Y me parece lógico.

Inercia

Ella es buena -paga sus impuestos, piensa en los demás-. Una hembra complaciente de manual. Con su maleta de ruedines se desplaza por el plano inclinado. Lo inmediato pesa, aunque esté hecho de nubes -de algodón dulce-. El presente anudado a los tobillos, pero sin cascabeles para alertar a los demás. Escaleras y ganas de matar. Ella es/está impaciente. Y un niño le sonríe. Sonríe a todo el mundo. Y el mundo se para. Ella baja las escaleras con la maleta al hombro. No ve la sonrisa, no ve al niño. Solo quiere llegar y sentir alivio -darse una ducha, cenar con alguien-. Huye a un vagón de la línea 2 (Ópera, Sol, ¿Sevilla?) y descubre -contrariada- que erró la dirección. Suspira y cambia de andén. Faltan diez minutos para que el tren efectúe su entrada en la estación.

Contagio

Tan fácil. Arrancarte los ojos. Comerme las uñas. Escupir sobre tus ganas de ser ella. Tan fácil. Seguirte el ritmo. Cruzar la calle. Poner el pie. Verte caer. Tan fácil. Robarte el marco. Poner mi foto. Dejar de verte. Sonreir.

Pauline en la Playa

El recuerdo que confunde. Ese sabor que se esconde en la comisura para después aparecer. Es la nostalgia, me digo. La que abandonas junto a la piel muerta en la bañera, que buena sala de espera, para viajar ligera de equipaje. Relajada, aunque dolida. Sangras, pero no estás herida, de muerte no. Solo goteas. Se te escapa el tiempo entre los dedos, Pauline. Creces entre besos que calan, besos que suben por la rodilla y se pierden en la primera curva. Esos besos y tu voz, se me meten tan dentro que titubeo. Como un muelle, no me atrevo. Disparar todos mis temores, escaleras abajo. Y dejarlos allí, revueltos, en el suelo -de tu habitación-.