I´m not the killing type

He pensado en matarte para hacerte sentir este insoportable blanco nuclear. Intenso. Radiactivo. Sobre la piel. Rellenarte de brillo penetrante y golpear así en lo más hondo de tus rutinas.
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He pensado en empujarte y dejar que la gravedad haga el resto. Ahogarte en crudo. Dedicarte tiempo: mi puño en tu pecho; tu sangre en mis manos. Y sentirte. Hasta el hueso. Por primera vez.
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No es miedo a que me dejes. No. Es pánico a que esto dure para siempre.

La chica del cogote estrecho

La chica del cogote estrecho es también la chica del metro. Coincidimos en el vagón último. Solo aquellas mañanas en las que llego tarde a trabajar. Desde la vuelta de las vacaciones esas mañanas son todas las mañanas. La chica del cogote estrecho tiene el pelo corto y huele a cielo. A veces tiene el pelo mojado. Hoy no. Hoy huele a jabón cremoso. Sin perfume. Ella no sonríe. No se maquilla. No importa. Camina decidida. Se salta algún escalón al salir. O eso he imaginado. Yo lo hago, saltarme escalones. Quiero seguirla, pero llego tarde. Una estación. Solo compartimos eso, una estación. De Noviciado a San Bernardo. Ella llega de la línea azul marino. Todos los dias. A eso de las nueve menos cinco. Nueve y cinco. Con su chaqueta de chico, su corte de pelo de chico, sus zapatos de "podría caminar vidas". Cómodos. Feos. Prestados. Lee ficción. Nada de ensayo. Ficción. En las manos. Hoy ha llegado al andén tranquila. Yo he llegado tarde. Había excusa (había huelga). Me ha mirado. Ha entrado al vagón último del tren de las nueve y cinco, y ha reparado en mi camisa roja. Ella también llevaba rojo, por primera vez. En los labios. Había quedado. Seguro. Tenía una cita. ¿De las otras? De trabajo. No se ha bajado. Ha seguido. En la línea 2. Leyendo ficción. Con los labios pintados. De rojo. Los cordones bien atados. Doble nudo. Se han cerrado las puertas y no lo ha hecho. No se ha bajado. Pero me ha visto. Os lo juro. Me ha visto. De Noviciado a San Bernardo.