Epílogo

Permanece, en este cuerpo, el miedo. A la oscuridad. A lo que podría ser. A la sangre entre las manos. Nada que ver con el miedo al propio cuerpo (a lo que se va por el desagüe), a la asignación de género, a querer hacerse responsable de toda aquella propaganda que atraviesa los cerebros y promete confort a dentelladas. No. En un mundo de ciencia ficción como el que nos atenaza, la farmacopedia ha desplazado a Juno y a Deméter. Tener útero poco tiene ya que ver con la tierra fresca y removida. Con el mito. Con la magia. Tiene que ver con la bendita esclavitud de un sistema de poder, con la desobediencia, con Lilith sindicándose porque no quiere que sus hijas se conformen con una mera reforma del contrato.

Eludir la definición: Soy no-mujer. Soy sistema abierto. Salirse del marco. Escribir desde los márgenes, fuera del cuerpo. Pues hay sed de sangre. Y necesidad de pactos. Despiertas y sin miedo. Resucitadas. Vestidas todas de blanco. Nuclear. Preparamos los lienzos yermos desde donde crear un nuevo y bravo mundo.

El talento como metralla orgánica. No es venganza; es empuñar el verbo, asumir el instinto y abrir en canal al enemigo. Frente al espejo.


*Sangrantes. Origami, 2012. 

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