Un duende de botas rojas

La casualidad y sus ojos marrones subrayados. Con acento de la Galia. Bebemos té. Le gusta callejear esta ciudad. Me pregunta por el cementerio más cercano. Prometo mostrarle azoteas, portales y máquinas de escribir. Con Depeche Mode de fondo, el duende de botas rojas sorbe de su taza y sonríe. Se corta el flequillo para ser distinta, pero dice que aquí se lo dejará crecer; como sus ilusiones puestas en el paisaje, con un carnet de biblioteca en el bolsillo y una lámpara de diseño de 10 euros iluminando la pared.

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