Inercia

La chica de los ojos rojos y la sonrisa amarga no era más que una de las muchas sombras que habitaban los rincones compartidos de esta habitación. En ella se concentraban sueños sin hacer, frustraciones circulares y decisiones en período de lactancia. Acurrucada en una esquina, junto a la ventana, veía la vida pasar. La chica de los labios rosas y el clítoris hambriento se comía los padrastros y se cortaba el pelo al dos. En los días de lluvia esperaba a que el espejo le devolviera la caricia, pero solo recibía alguna que otra bofetada. Se consolaba con azañas mínimas y mágicas. Nunca lloró, no como cuando iba al instituto, en esta habitación. Aprendió a conformarse, a dormirse sin follar. La chica del coño suturado y la mirada fría escuchaba las conversaciones de los otros y soñaba con sus cepillos de dientes, sus bolsas de basura y sus f(r)acturas por pagar. Limpiaba el váter por costumbre y se dejaba apuñalar, por detrás. Envolvía los regalos de Navidad. Sellaba las cartas con su hepatitis. Se enamoraba perdidamente de jóvenes promesas que la dejaban para después. Y después, y después... estirando sus ganas, dosificando el deseo, lamentando la falta de aliento, tendiendo a infinito, sin querer parar, sin poder bajar. Sin querer saltar. Sin querer. Sin poder. Game over? Insert coin.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Maravilloso. Duele profundo, por la "realidad" cotidiana.