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Una herida en la pared. Un ojo que no es de ella. Se despierta, desnuda. Se asoma a la ventana de un séptimo que da a la calle. Siempre fue una mujer de nubes y de vértigo. Se deja llevar por una o dos sensaciones, a la vez. Y se imagina pasando la tarde en una playa, desierta. Es primavera entre sus piernas y no busca razones, tampoco excusas. Saluda al ojo que hay detrás de la herida. Se viste deprisa. Mete en el bolso el cepillo de dientes, un billete de avión y cuatro canicas. Regalo de una niña. Las sandalias terminan en sus rodillas y no deja espacio entre las letras para una negativa. Reescribe el guión y se anuda las motivaciones a los tobillos. Las oye tintinear, pero bajito. Cierra la puerta, con llave, y corre escaleras abajo. Algo le espera. Lo (pre)siente. Ha dejado abiertas las ventanas.

2 comentarios:

TERMITA CARIBE dijo...

Insinuante. Aéreo.
Erogonía que habita calles.
Piel de asfalto
para una mujer sin tiempo
sin relojes.

Anónimo dijo...

no es mujer del todo, hasta que en vez de canicas,,,se lleve unas bolas chinas....

cómo me ha gustado descubrir este rincon con con con