Señoras en el país de las maravillas

Alicia no cae por la madriguera. Atraviesa el umbral de la discoteca y busca su cama. El Sombrerero Loco y la Reina Blanca la acompañan. Sostienen las copas, enseñan sus cartas y esperan a que la Reina de Corazones y su séquito entren en escena. Qué maravilla.

Sheila

Podría enamorarme de ella. Dice cosas como que "emborracharse y enseñar las tetas en público no es un acto que le dé poder personal a una". Dice que "eres tú, tan diseñada y programada por el constructo de la sociedad patriarcal que ya no sabes qué beneficia a tus intereses". Damiselas en peligro incapaces de reconocer el peligro. Le besaría los pies como si fueran dos polos de fresa.

Saturno devorando a su hija

Déjame apoyar los dos pies en el suelo para recoger mis juguetes antes de mandarme a la cama. Braceo entre las sábanas y algo interrumpe mi digestión. Es el reloj, me dices, que se para a veces. Tomo aire y me escondo bajo la cama. Nadie me duele estando aquí abajo. Nada puede alcanzarme. Te pido un respiro. Me cuentas un cuento. Me devuelves la pila del gusiluz.

Llorando

Se tambaleaba sobre el escenario. Pero siguió cantando, incluso después de muerta.

Eterna

Como en aquella peli porno. Muñeca de carne y nata. Piernas temblorosas y coleta de quinceañera. Pulcra. Profesional. El pendiente en el ombligo. El anular entre los labios. Un precioso ejemplar en la pantalla. Con los cascos y a oscuras. Atravieso el espejo. Quererla es escucharla gemir como una pequeña diosa. Sumisa. Suplicante. En bucle. Sin fin.