Musa

No suenan campanas cuando me la cruzo. Es más parecido a la obsesión del enamorado: Enrojecer. Ansiar. Sudar. Y seguirla hasta su casa para darle una postal.

Predicativo

Cuando las aguas bajan turbias se me escurren, pierna abajo, las ganas de quererte más.

Lejía y amoniaco

Se desabrochó el sujetador. Cogió el Mr. Proper del armario. Sacó el estropajo de su impecable bolsa. E impregnó aquella inocente esponja de verde radiactivo. Todo debía oler a limpio. La cal en el lavabo, sus cabellos en el desagüe, la orina del suelo, tenían que desaparecer. De rodillas y con esmero frotó el gris de la bañera. Arriba y abajo. Una y otra vez. El profesional giro de muñeca,
la rozadura del dedo corazón... pruebas de la guerra librada durante años contra las huellas. El pasado y sus deshechos, afluentes de un río local. Ya nadie pregunta por las cicatrices. 'Sanitarios blancos, familia feliz'.

Solo quiero sentirme como si estuviera tomando un buen baño de sol

La chica de la mariposa en la espalda grita cuando la estrujan, fuerte. Se ha teñido el pelo porque quiere parecerse a Miércoles Adams. Dice que retiene líquidos. Dice que le gustan los polvorones en verano. Dice que el padre de su mejor amiga es el mejor amante que ha tenido jamás. Le encanta que entierre sus uñas en sus caderas. También le gusta que le deje las necrológicas del día anterior en el buzón. Por la mañana, cuando todos duermen, viene a mi cama y me las enseña, una por una, como si fueran cartas de amor. Nos ponemos los bikinis. Nos tumbamos al sol. Exprimimos naranjas y contamos nubes. Nos desnudamos en la terraza sin piscina de este piso de alquiler. Sin sonrisas ni esmalte de uñas en los pies. Benidorm no es 'Room in Rome'.