Boca(les)

Y (con)sonatas, de verano. Este cielo duele. Me largo. Lelele-jos.

Odio

Si lo lees al revés lo entiendes todo. Darle la vuelta a las niñas que se creen gigantes es un juego tentador. Te puedes topar con una nube de complejos y una vomitona de excusas. Dame un lagrimón por cada año regalado a un soberano gilipollas. Piden a gritos que las estrelles contra el asfalto. A que no hay huevos.

Mujeres que dicen ah, pero sin exclamar; susurrando...

... solo porque les gusta engañar. Va en la programación.

El espíritu de la escalera

... Izquierda: Escalón. Derecha: Dos escalones. Izquierda: Dos Escalones. Derecha: Rellano. Izquierda y derecha. Impulso. Izquierda: Tres escalones. Respiro. Derecha: Escalón...

Cicatrices literarias

La infección de ayer es la cicatriz de mañana. Sólida y tirante. Aislada, como una cita extraída con precisión de cirujano [o de cirujana].

Juegos de niñas

Las niñas de entre treinta e infinito juegan a quemarse las pestañas tecleando delante del ordenador. Antes emulaban a Ángela Channing, a las presentadoras del 1, 2, 3 o cantaban rancheras en la intimidad de sus tiernas cabecitas. Recuerdan como si fuera ayer las notas que sacaron en cuarto de E.G.B. y guardan bajo la cama aquella redacción que hablaba del futuro inminente, ahora presente contínuo.

[Hacer de secretaria de Darth Vader cuando el cuerpo te pide empuñar un sable láser, a lo "yedai", es excusa suficiente para querer que en la ecuación la equis marque el lugar]

Pero yo jugaba a las chapas y a las canicas. Me peleaba con el Tetris y coleccionaba tazos y ponys; cromos de Parque Jurásico; cómics de X-Men. También comía regalices mientras intentaba comprender por qué las botas de Julia Roberts se sostenían con imperdibles. No se lo digáis a nadie, pero creo que maté a Richard Gere en la primera cita. Sin querer, pero queriendo.

Un duende de botas rojas

La casualidad y sus ojos marrones subrayados. Con acento de la Galia. Bebemos té. Le gusta callejear esta ciudad. Me pregunta por el cementerio más cercano. Prometo mostrarle azoteas, portales y máquinas de escribir. Con Depeche Mode de fondo, el duende de botas rojas sorbe de su taza y sonríe. Se corta el flequillo para ser distinta, pero dice que aquí se lo dejará crecer; como sus ilusiones puestas en el paisaje, con un carnet de biblioteca en el bolsillo y una lámpara de diseño de 10 euros iluminando la pared.