Qué bonita se ve, con esos cachetes sonrosados y los labios rojos; con toda esa sangre entre sus piernas, sangre que se le escapa de aquella vieja herida, la única, la primera.
Qué ganas de abrirla como un joyero, por la mitad, y robarle las perlas del estómago.
Qué triste tener que pedirte que sonrías, a cámara; qué triste, y qué fácil.
Qué ganas de abrirla como un joyero, por la mitad, y robarle las perlas del estómago.
Qué triste tener que pedirte que sonrías, a cámara; qué triste, y qué fácil.