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Una herida en la pared. Un ojo que no es de ella. Se despierta, desnuda. Se asoma a la ventana de un séptimo que da a la calle. Siempre fue una mujer de nubes y de vértigo. Se deja llevar por una o dos sensaciones, a la vez. Y se imagina pasando la tarde en una playa, desierta. Es primavera entre sus piernas y no busca razones, tampoco excusas. Saluda al ojo que hay detrás de la herida. Se viste deprisa. Mete en el bolso el cepillo de dientes, un billete de avión y cuatro canicas. Regalo de una niña. Las sandalias terminan en sus rodillas y no deja espacio entre las letras para una negativa. Reescribe el guión y se anuda las motivaciones a los tobillos. Las oye tintinear, pero bajito. Cierra la puerta, con llave, y corre escaleras abajo. Algo le espera. Lo (pre)siente. Ha dejado abiertas las ventanas.

Tiritas, chocolate y miel

Ella es una galleta. De chocolate. Dulce droga. Frena mi dolor taponando mis venas, llenando mis arterias de sabor. Ella es un lento fluir. Sobre mi piel. Desde mi lengua hasta la primera cicatriz. Dulce y empalagosa. Mi pequeña muñequita de azúcar, mi implorante tirita de miel.

Anette

Quise ser Valmont, pero me quedé en Cecile, aunque besé a Anette, dulce y despiadada Anette.

minúscula acentuada

Soy vocal abierta. Por mi pasan casi todos los infinit(iv)os, terminaciones posesivas (perennes, nerviosas) y algún que otro verbo transitivo.

A los labios de mi carne en descomposición llevo cosidos escudos, espadas y espejos. El tacto de mis pulgares se deteriora, mis palabras me delatan, las estructuras no me sostienen. He perdido algunas herramientas en la guerra. Mentiras, excusas y alfileres. El zurcido todavía marca el lugar.

Y con el mando a distancia entre los dedos busco el camino más corto para fundirte a negro. Pero tu canción de cuna se mantiene, en el tiempo, bajo las piedras, tras las cortinas. Solo eres una colección de heridas, un mapa de esquelas, un beso en la primera cicatriz. Un manual de ortografía, un diccionario de sinónimos y una gramática parda, quemándose bajo mi ventana, ardiendo sobre mi piel.

Inercia

La chica de los ojos rojos y la sonrisa amarga no era más que una de las muchas sombras que habitaban los rincones compartidos de esta habitación. En ella se concentraban sueños sin hacer, frustraciones circulares y decisiones en período de lactancia. Acurrucada en una esquina, junto a la ventana, veía la vida pasar. La chica de los labios rosas y el clítoris hambriento se comía los padrastros y se cortaba el pelo al dos. En los días de lluvia esperaba a que el espejo le devolviera la caricia, pero solo recibía alguna que otra bofetada. Se consolaba con azañas mínimas y mágicas. Nunca lloró, no como cuando iba al instituto, en esta habitación. Aprendió a conformarse, a dormirse sin follar. La chica del coño suturado y la mirada fría escuchaba las conversaciones de los otros y soñaba con sus cepillos de dientes, sus bolsas de basura y sus f(r)acturas por pagar. Limpiaba el váter por costumbre y se dejaba apuñalar, por detrás. Envolvía los regalos de Navidad. Sellaba las cartas con su hepatitis. Se enamoraba perdidamente de jóvenes promesas que la dejaban para después. Y después, y después... estirando sus ganas, dosificando el deseo, lamentando la falta de aliento, tendiendo a infinito, sin querer parar, sin poder bajar. Sin querer saltar. Sin querer. Sin poder. Game over? Insert coin.

Divorcio ex-prés

Desde hace solo dos años. Tomo nota. Las leyes son lentas. Las canciones no. Y he leído en una pared que nos recorremos, nos caminamos, nos construímos cuando leemos. Curioso. Era la pared de un instituto. La letra era bonita. El contenido, una bomba. De las que quieres ver estallar. Y salpicar.

Contenida en las fiestas

Mano sobre mano. Mordiéndose el labio. Buscando en su bolso, una y otra vez. En silencio, somnoliente, encuentra el mechero rojo que le regaló un extraño. Juguetea. Pide un Gin Tonic con la boca pequeña. Se peina el flequillo con los dedos y cierra el periódico. Piensa en una oferta inmobiliaria que acaba de leer.

Érase una vez...

Antes de cortar las cuerdas, la pequeña de las Benévolas jugó con sus pulgares, leyó un ballet sin música (sin nadie, sin nada), se arrancó las uñas mientras dormía e insultó a todas aquellas que se le cruzaron en el trayecto, de casa a la parada del autobús. Buscó el zen en sus nudillos. Construyó el mundo desde sus falanges. Le dio a beber a un extraño sus espesos sentimientos. Se diluyó en él, como un principio y sin ningún fin. Alimentó diez pesadillas. Cosió cuerpos a sus sueños. Los cubrió de excusas tiernas. El cariño se hizo rutina. Lo extraño se hizo común. Enterró sus vulgares apetencias. Y se fue a la cama. Con el pasado llamando a la puerta y unos cuantos litros de frustración. En vena.

Manzanas verdes fosforescentes

Atropellaba sus palabras con lágrimas tintadas. De sus rojos lacrimales brotaron vocales. Puentes, le pidió puentes y ventanas a una estrella. Se sostuvo sola después de tres días sin dormir. Y caminó. Un paso. Otro paso. Sin sus zapatos de tacón. Desgastando el asfalto de puntillas. Ablandando el ladrillo. Moldeando el hormigón. Una vez dibujado el mapa de destinos opcionales, se cosió las salidas de emergencia. Llenó su maleta de manzanas verdes fosforescentes. Se tragó la llave. Cerró la puerta y cogió una tiza. En el bolsillo encontró un anillo que tiró por el desagüe. Le cortó los hilos. Y la marioneta comenzó a bailar.

Unados

Nur es pequeña y hace joyas. Habla deprisa y se le escapa el catalán mientras busca a una mujer a la que llevarse a casa. Las Niñas Perdidas, Valentina de Crépax o Kiki de Montparnasse. Se decide por la última. Nur es amiga de un amigo, vive sola en Barcelona y lleva botas de gata. Sonríe con la mirada y no le teme al contexto. Su vida ha dado un giro hace poco. Nur es un descubrimiento virtual, aunque ella se presentó primero. Me gusta encontrar sus pedacitos disueltos por la Red. Yo le dejo mis miguitas, por si le apetece aparecer.

Head, shoulders, knees & ...

No es que me gustes en sandalias, es que mataría por pintarte de rojo las uñas de los pies. Lamerte los tobillos. Sacar pecho. Mover el culo. Poner tu pequeño y coqueto mundo al revés. Vamos a ver cómo es, o eso decía la canción.

Nebulosa

Mirar sin que te vean, jugar a que te quieran, en un tren. Muchas corbatas, camisas de rayas y caras de felicidad. La película es para niños. Solo ella mira por la ventana. Ha salido el arco iris. Alguien habla por el altavoz. Llegaremos media hora antes y nadie te estará esperando en la estación.

Titubeas

De madrugada. Asomada a la ventana. Oliendo llover en la gran ciudad. Me asaltan los recuerdos. Cogerme tú de la muñeca. Beber. Beberte. Bailar hasta el amanecer en un antro de mala muerte. Cantarte al oído. Bailar para ti. Quitarme la camiseta. Y oirte titubear. Por primera vez.

Bonita

You´re so pretty the way you are...

Hostal 'Las Fuertes'

Donde todo empieza y acaba. El punto de no retorno. Un escenario, un paisaje de mentira. Desde donde te transitaba sin peligro. Mi pequeña nube. Triste y fulgurante. Cloud. Mi bella Claudia. Pan del día, vino blanco y queso Camembert. En un no lugar. Me transitaste. Y me quemé.

Dangerous

Entiende, por favor, la necesidad del ridículo. Deja que trasnoche para leer el contexto como si fuera la primera vez que nos abrimos en canal y nos comemos los peros. Nos bebemos los porqués y vomitamos los te quiero.

Manzanas podridas

Alguien me dijo una vez que solo me gustaban las mujeres evidentes y extraordinarias. En ese momento no le dije que se equivocaba, simplemente me quedé callada y lo guardé para más tarde. Mastiqué el comentario y lo tragué, muy a mi pesar. Me he acordado de ese día, de ese momento, viniendo a trabajar.

Nostalgia

Leí en un no lugar que estar enamorada se parecía a querer salirse de uno mismo. Es irónico pero, cuando ella me mira a los ojos, el reflejo parece nítido. En mis recuerdos. Sonrío como una idiota. Cierro los ojos y me concentro en su ombligo. Su maravilloso ombligo.